Photo by Anton Repponen
“La actividad, el emprender algo o incluso sólo aprender algo es necesario para la felicidad del ser humano. Quiere poner en acción sus fuerzas y percibir de alguna manera el éxito de esas actividades. Esforzarse y luchar contra algo que se resiste es la necesidad más esencial de la naturaleza humana. Superar obstáculos es el placer más completo de su existencia, para él no hay nada mejor.”
Arthur Schopenhauer
¡Hola a todos, bienvenidos!
Hace treinta años las calles de Torreón eran menos transitadas, me imagino que en otras ciudades de México pasaba lo mismo. En las tardes, los de la cuadra, salíamos a echar “pica” de básquet, afuera de casa de Alejandrito y el Paquirris. Tenían puesto un tablero gabacho [que habían traído del Paso] y allí se nos iban las tardes y las noches jugando retas.
Cuando caía la noche, la luz verde del alumbrado público iluminaba todavía más el aro de nuestro estadio callejero.
Recuerdo ir corriendo a la esquina, donde estaba mi casa, a avisarle a mi mamá que nos dejara seguir jugando solo media hora más antes de ir a cenar. Las medias horas se hacían enteras y las cenas se enfriaban por seguir en la pica.
Cuando cumplí quince años, mis papás me regalaron mi primer teclado. Empecé a tomar clases de piano, pero no era tan apasionante para mi. Fue hasta muchos años después que empecé a disfrutar tocar música, cuando por la práctica tenía más habilidades, cuando entendí las matemáticas y la ciencia detrás de las notas y cuando tocaba lo que a mí me gustaba y me hacía vibrar. Otra vez, la cena se podía enfriar y las doce de la noche llegaban sin que me diera cuenta.
A los veintiocho años mis actividades laborales no me daban mucho tiempo para hacer ejercicio y entonces empecé a ir a nadar a las mañanas, tempranito. A las 6 am ya estaba en la alberca, todavía a oscuras, con el cielo estrellado. Lo que más disfrutaba era cuando terminaba mi rutina y me quedaba nadando sin presión de cumplir tiempo, solo fluyendo y esperando que los rayos de sol empezaran a aparecer. Igual que antes, el tiempo se me iba volando y más de una vez llegué tarde a la oficina por olvidarme del reloj.
Cuando hacemos algo que realmente nos apasiona, entramos en un estado de flow: donde el tiempo parece que se detiene y no importa el hambre, ni el sueño, ni nada, solo fluir.
Las pasiones son todo aquello que amamos hacer, pero:
¿Naces con una pasión?
No, la verdad es que todos nacemos como un cuaderno en blanco. Elegimos y vamos desarrollando nuestras pasiones.
Las pasiones se pueden desarrollar en cualquier actividad.
El secreto es enfocarse, poner atención a algo, encontrar actividades que disfrutamos y potenciarlas.
Y lo más importante es: encontrar un balance entre el reto de la actividad elegida y nuestras habilidades.
A continuación les dejo el siguiente diagrama que ilustra de manera clara el secreto para entrar en la zona de flow en cualquier ámbito que elijamos.
Vamos a ver, cuando tenemos un reto que representa un bajo nivel de desafío y tenemos poca habilidad en ello, estamos en la zona de la apatía, este nivel nos puede generar incluso tristeza y depresión. Si nos queremos mover podemos incrementar el reto o aumentar nuestra habilidad, si el reto sigue siendo bajo y aumenta nuestra habilidad nos movemos a la zona de aburrimiento.
Por otro lado, un reto muy alto, pero con poca habilidad, nos puede generar ansiedad.
El secreto es ir poco a poco incrementando reto y habilidad para movernos hacia los cuadrantes positivos. El objetivo debe ser guiarnos en la dirección de fluir, allí encontraremos felicidad y nos mantendremos enfocados, fluyendo.
La práctica nos va a generar mayor control, como cuando aprendemos a manejar, el control nos da confianza de hacer y disfrutar.
Me acuerdo que en el año 2003 compré mi primer bicicleta de montaña, varios compañeros de la oficina tenían un grupo para ir al Bosque de la Primavera [Gdl] y me invitaron a unirme. Tenía poco presupuesto y completé para armar una bicicleta que lo único bueno que tenia era mi talla, pesaba muchísimo, no tenia suspensión, malas llantas, malos frenos, todo mal.
La primera salida a la montaña fue debut y despedida, retrasé al grupo, me caí, me ponché, se salió la cadena, etc. Recuerdo que regresé totalmente frustrado y aventé la bicicleta. No volví a salir a la montaña. A los pocos meses, llevé la bicicleta a mantenimiento y le cambié algunas piezas para mejorarla, pero no volví a ir a la montaña. En lugar de eso, me iba al parque metropolitano y ahí si disfrutaba pasear en las pequeñas lomitas, me salía del camino de asfalto y me cruzaba por la tierra y el pasto. Estaba en la zona de relax, mucha habilidad poco reto. Aun así me llegué a caer y darme unos buenos raspones.
Años después, el parque se volvió aburrido, necesitaba subir el reto para no deprimirme. Entonces decidí invertir en una buena bicicleta y regresé con otro grupo al Bosque de la Primavera. Esta vez la experiencia en la montaña fue totalmente diferente. Entendí porque la bicicleta costaba lo que costaba, jaja, y de ahí en adelante todo fue miel sobre hojuelas. Claro que hubo accidentes, pero la práctica y la experiencia fueron dándome más control y más confianza, hasta llegar a fluir.
En un par de años, después de ir todos casi todos los domingos a la montaña, conocía las rutas, me iba solo, a mi ritmo y a mis caminos. Recuerdo una ruta que era el premio de todo el esfuerzo de pedalear, después de horas de subir, llegaba esa bajada entre veredas de hojas de robles, que solo duraba un par de canciones, era solo fluir, totalmente concentrado y con todos los sentidos disfrutado y sonriendo, un coctel de adrenalina, dopamina, serotonina, y todas las hormonas de la felicidad que haya. No tenía precio.
Photo by David JB
Pues ya lo saben, a fluir.
Hasta aquí llegamos el día de hoy.
Por recomendación de mi querido amigo y cuasihermano Richardloveski Fernandez, a partir del día de hoy los happylife salen los martes, porque al parecer “los lunes ni las gallinas ponen”.
Como otra veces, les dejo este video de un experimento en el que se les pide a veinte desconocidos que se den un primer beso. Bastante interesante el resultado. Otra forma de pasión, otra forma de fluir.
¡Gracias por ser parte de happylife! Los invito a ser embajadores de este proyecto compartiendo la felicidad y el gusto por la vida.
¡Sean felices!
Y recuerden: “happylife es… a lo que te truje chencha” (enfócate, para los que les falta barrio).